Ir un paso más allá, ser más que humanos.

Hace ya mucho tiempo que el paradigma sobre lo inmutable de la condición humana ha quedado obsoleto. Nuestra evolución biológica es un hecho demostrado. Pero detengámonos, por otro lado, a reflexionar sobre cada uno de los inventos e innovaciones que, desde tiempos inmemoriales, han surgido de nuestra mente creativa. Todos ellos han tenido un impacto y han supuesto una evolución en la misma esencia humana. Pensemos en avances como el habla, la rueda, la escritura, la filosofía, las matemáticas… Desde hace milenios forman parte de nuestro día a día y, lo queramos o no, hace tiempo que cambiaron nuestra “esencia”.

Parece claro que la naturaleza humana no permanece impasible ante los acontecimientos, sino que avanza y se adapta. Despojados pues de cualquier idea preconcebida, formulemos la siguiente cuestión: ¿y si pudiésemos ir un paso más allá y ser más que humanos?

Las ideas en esta línea, a menudo concebidas para películas y novelas de ciencia ficción, parten de una base expuesta por el biólogo Julian Huxley en 1957 (que a su vez se inspiró en el genetista J. B. S. Haldane y su ensayo Daedalus) según el cual la humanidad puede desligarse de su miserable y efímera existencia para redimirse en una condición poshumana. Esta idea es el origen del transhumanismo.

El transhumanismo engloba un conjunto de filosofías que han evolucionado hacia un movimiento científico, cultural e intelectual que bebe de las bases del humanismo (fundamentado en la razón, el compromiso con la ciencia y el progreso) y que persigue mejorar las capacidades físicas y cognitivas de la especie a través de la tecnología, superando aspectos de nuestra biología que nos hacen vulnerables: la enfermedad, la inteligencia limitada, el envejecimiento o la propia muerte. Pueden definirse tres principios del transhumanismo:

  1. Una gran confianza en las posibilidades de la ciencia: el desarrollo de tecnologías como la inteligencia artificial, la ingeniería génetica, la nanotecnología o la informática permitirán mejorar nuestra calidad de vida, abriendo además nuevas vías para facilitar el bien común e incluso desafiar nuestra propia mortalidad.
  2. La naturaleza humana, pura materia: la mistificación de lo humano, la visión antropocéntrica y el culto a lo “natural” complican el camino hacia el progreso libre y consciente.
  3. La mente humana acotada por un conjunto de conexiones neuronales: con ayuda de las nuevas tecnologías y el desarrollo de la manipulación genética, incluso los límites de nuestra mente pueden ser ampliados.

Lo que se busca en definitiva es emplear las oportunidades que brinda la tecnología para que la sociedad en su conjunto, y cada ser humano en particular, pueda rebasar la cima de su potencial físico, intelectual y emocional, e ir más allá.

 

 

Llegados a este punto se diversifican las teorías. Como todo movimiento, el transhumanismo está en constante desarrollo y abarca corrientes que sitúan el foco en distintas cuestiones de mayor o menor contenido social, individual o filosófico. Incluso -y a pesar de la actitud marcadamente laica del movimiento- existe un grupo de pensadores que trata de conciliar las ideas transhumanistas con determinados conceptos de índole espiritual.

Los filósofos Nick Bostrom y David Pearce crearon en 1998 la World Transhumanism Association, una organización que trabaja en pro del transhumanismo y la investigación científica para sus fines. Y la Singularity University, que forma y prepara a los emprendedores del movimiento. Ambos defienden que las aspiraciones transhumanistas están presentes desde hace mucho tiempo, de forma subyacente o explícita, en numerosas investigaciones científicas, desarrollos tecnológicos, avances sociales, expresiones artísticas e intelectuales.

Pero, ¿qué consecuencias presenta el transhumanismo?, ¿puede ser peligroso? Hablamos, al cabo, de tomar las riendas definitivamente: decidir nuestra propia evolución, construir la humanidad del mañana. Una posibilidad que, para las mentes más conservadoras, resulta simplemente inconcebible. La controversia está servida.

Las dudas, por supuesto. pueden aparecer si nos dejamos dominar por "el miedo a ser dios". Para los transhumanistas, sin embargo, el avance tecnológico constituye una visión hermosa que brinda la oportunidad perfeccionar nuestra naturaleza y elegir qué persona, y qué especie, queremos ser en el futuro.