Participa desde casa en una investigación científica.

El término computación distribuida puede parecernos un concepto extraño, pero lo cierto es que lleva más de 15 años entre nosotros y es probable que tengamos que acostumbrarnos a él más pronto que tarde.

La idea es relativamente sencilla: mediante un software gratuito y nuestra conexión a Internet podemos ceder una parte de los recursos de nuestro ordenador y emplearlo en proyectos de investigación que requieren un enorme caudal de computación. 

Hoy en día los ordenadores son capaces de gestionar muchas tareas a la vez y ejecutar millones de instrucciones por segundo. Usualmente usamos una fracción de todo ese potencial. Por otra parte, la creciente complejidad en casi cualquier campo de investigación obliga a procesar una ingente cantidad de datos que desafía la capacidad de las máquinas más potentes. Del feliz encuentro entre ambas circunstancias surgió, en 1.999, la primera red de computación distribuida: SETI at home (SETI@home).

El proyecto SETI (por las siglas en inglés de Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre) nació en la Universidad de Berkeley (California) con el objetivo de estudiar las señales de radio procedentes del espacio exterior y clasificar patrones que sugiriesen un origen inteligente. Dichas señales son captadas mediante radiotelescopios -como el de Arecibo, que figura al pie de este artículo- y analizadas por ordenador. El volumen de información recibido por el SETI no tardó en superar con creces la capacidad de los equipos que disponían. La solución fue buscar voluntarios dispuestos a recibir fracciones de esa montaña de datos para procesarlos en sus propias computadoras y devolver los resultados al centro de investigación. Todo se haría automáticamente: los datos viajarían a través de la red y los colaboradores simplemente instalarían un programa en sus ordenadores que permitiría aprovechar los recursos "durmientes" de sus respectivas máquinas sin que ello afectara al rendimiento.

Desde entonces, millones de paquetes de datos han sido analizados por una creciente red de participantes. Cabe decir que, a pesar de todo, la búsqueda de inteligencia extraterrestre ha resultado infructuosa hasta la fecha. La única señal candidata a un posible origen inteligente sigue siendo la Señal WOW, detectada manualmente en 1.977. La red de ciber-colaboradores, sin embargo, no ha parado de crecer.

Hoy en día BOINC -la infraestructura que permite esta computación distribuida- cuenta con más de medio millón de equipos conectados, constituyendo en conjunto la supercomputadora más potente del mundo. BOINC sirve de soporte a muchos otros proyectos de investigación, en campos tan avanzados como la Física de partículas del CERN, en Ginebra, donde el Gran Colisionador de Hadrones genera tanta información que desborda los ordenadores a los que está conectado. Pero hay mucho más. BOINC también trabaja en la detección de ondas gravitacionales, en criptografía, en investigación médica para la búsqueda de una solución contra el cáncer, en la predicción del clima, en problemas matemáticos complejos, biología molecular, inteligencia artificial...

Cualquiera con ordenador y conexión a Internet puede instalar el software de BOINC y escoger uno o varios proyectos en los que colaborar. De ese modo, mientras se utiliza el equipo para navegar, escuchar música o jugar, se contribuye en segundo plano a la investigación en algunos de los campos más decisivos de la ciencia actual.

Si te interesa participar dispones de abundante información en la red. Aquí mismo encontrarás una sencilla guía en castellano para instalar el software y adentrarte en el mundo de la computación distribuida.